lunes, septiembre 08, 2008
HISTORIAS, MITOS Y LEYENDAS COLOMBIANOS
HISTORIAS, MITOS Y LEYENDAS COLOMBIANOS
Por: BENHUR SANCHEZ SUAREZ
Novelista, poeta, ensayista, investigador y editor
Altos de Belén, Ibagué, octubre de 1999
Creo que cuando Félix Ramiro Lozada Flórez escribió:
Vuelve, viejo, a mi aldea
a contemplar las acacias y los samanes
en el horizonte de mis antepasados.
Enciende cantos de esperanzas
cuando el bullicio vaya de retorno
golpeando puertas,
recordando canciones en la madrugada.
No pensó en que este poema, que hace parte del libro Hoja de Viento (1990), bajo el título Vuelve, Viejo (p.125) sería un acercamiento premonitorio a un trabajo que asumió después, en parte por una necesidad pedagógica y en parte por un destino implacable de escritura del cual sólo lo salvará la muerte.
Este camino de retorno a los antepasados lo inicia con su libro Imágenes en Reposo (1997) y lo madura en la obra que ahora nos entrega, con la alegría que siempre lo ha caracterizado. Historias, Mitos y leyendas colombianos (1999), libro en el cual establece una continuidad provechosa, en la medida en que puede ser provechoso repetir para completar y enriquecer la vida del texto y la imaginación del lector.
Esta circularidad de la idea, se remonta a sus primeras búsquedas. El escritor siempre crea un universo en el cual comienza a moverse, primero con dificultades, y luego con la soltura y seguridad de un mundo ya conocido y experimentado y en el que, a pesar de las repeticiones, se revelan los avances, la depuración y el goce. El escritor se hace tan amigo de esos personajes, que asustaron su infancia o encantaron su imaginación con la cultura o escuchó agazapado detrás de las palabras de un anciano hablador, que el texto fluye reinventado y se perpetúa en el tiempo del libro y en la memoria de sus lectores.
El verso en el horizonte de mis antepasados, del poema ya citado, remite al fondo de la memoria, donde reaparecen los miedos infantiles, las palabras del abuelo, la zozobra del padre que regresa borracho a la madrugada, el sordo rumor de un río que simula gigantes que engullen todo lo malo de la tierra. Esa farra de madrugada, entre tiples y canciones, que debe retomarse en la súplica poética, configura lo que posteriormente Félix Ramiro ha querido hacer realidad: La magia del dominio de lo cotidiano a través de la escritura, que todo escritor busca con afán.
No es noticia, entonces, la facilidad con que el autor va deshojando páginas en las que inventa sus maneras de contar, para nuevos ojos y nuevos oídos, esos textos ya sabidos. De la rudeza de la narración oral, esa que manejamos a diario, a la textura del texto escrito, se percibe el abismo y la diferencia, que sólo puede ser dado por el manejo del lenguaje.
- Félix Ramiro entreteje las palabras con un hálito de poesía.
Veámoslo:
Así comenzó el canto de la vida en medio de imágenes resplandecientes.
(Seinekan, p.49).
Sin cesar, nacieron más gusanos en la noche, en el crepúsculo sin
fuerzas. Eran hombres con vida corta y larga cargada de espejismo,
de todo, de la nada, en una procesión temblorosa en el peso de la cruz.
(La creación, p.43)
Los hombres devotos rezan y piensan acongojados que comparten el pecado
del borracho con él a cuestas, miran al cielo con súplicas de perdón a ver
si los dioses se apiadan del alma en pena que atraviesa, pensativa y
solitaria, el campo talado de tristezas, donde cada noche se hace penitencia.
(El fraile, p.95)
No es un libro, entonces, para conocer el mito o la leyenda raizales, sino el cuento transformado que se renueva en la memoria. Como lo dijera tan acertadamente Claude Levy Strauss: La sustancia del mito no se encuentra en el estilo, ni el mundo de la narración, ni en la sintaxis, sino en la historia relatada. Lo que ha hecho el autor ha sido transformar el texto con la elaboración poética y, no pocas veces, con la aparición de lo contemporáneo, el acercamiento desgarrador al hoy que nos empeñamos en no ver.
Un final como desde entonces con el ramo de olivo vivimos en guerra, nos matamos por amor, dinero o política. Dios hizo la guerra y la paz, (El diluvio, p.16), nos demuestra la versatilidad de la historia tantas veces escuchada, vuelta a contar desde nuestra época pero siempre la misma. Sólo hay dos personajes: Dios y la paloma. Pero sabemos que detrás de ellos esta Noé y la lluvia, si es que conocemos aquel pasaje de la Biblia, y también está detrás nuestra violencia fratricida. Es decir, se renueva el mito y la leyenda a través de nuevos simbolismos.
Igual sucede con la madre de agua (p.84), cuando su texto culmina así: Sobresaltada por la destrucción inmisericorde de bosques y la contaminación de ríos por insaciables hombres de dinero, apacigua los sentimientos en las sombras de su espiritualidad.
Esta compilación de historias y leyendas es un trabajo dispendioso de investigación y búsqueda. Y es un resultado preciso y bien logrado, pues Félix Ramiro Lozada Flórez ha sido un escritor con disciplina y conciencia cultural. Fruto de ese oficio literario con sus libros de poemas Labor de Luna (1988), Hojas de Viento (1990), y La carga de la nostalgia (1993); y sus textos de mitos y leyendas Imágenes en Reposo (1997) y este, Historias, Mitos y Leyendas Colombianos (1999), que hoy tengo el honor de presentar.
Su libro bien valdría la pena que se conociera en escuelas y colegios para que cada nuevo lector invente sus propias historias de Patasolas y Mohanes, incentivado por la magia del lenguaje con el que Félix Ramiro nos recuerda que alguna vez temblamos de miedo en los corredores de una casona centenaria o que muchos fueron buenos y correctos por temor a esos castigos invisibles que deambularon con espeluznantes formas y colores por ríos, veredas, caminos y poblados.
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