lunes, septiembre 08, 2008

P O E S I A

S O M B R A S

Alguien lastima
la imagen del mundo
abriendo ventanas,
corriendo rejas,
gritando incoherencias.
Aturdido por los insomnes sucesos
me acurruco tras la luna,
ella me esconde
en sus acrobáticas sombras.
Ruidos,

pesadillas…

Cerca,

el verdugo pulveriza el vacío.

a Campo Elías Avila
Desaparecido en 1987


R E V É S

Ahora las ciudades no tienen golondrinas.
Sobre sus cielos vuelan águilas.
La libertad en ellas
es suma de cuatro paredes.
Cazado, el hombre muere.
Abajo, abajo
la vida camina desierta.


CANCIÓN DE GUITARRA QUEBRADA

“Manos crispadas me confinan al silencio.
Ayúdame a no pedir ayuda…”
Alejandra Pizarnik

Detrás del teléfono
voces reducen
crímenes confesos
a cómplice silencio.
en la encrucijada,
con el cerebro roto
luchamos la vida,
torpes, rutilantes o hábiles.
Luego, sobre la calle
yacen cuerpos lacerados:
Cortante chirrido, motos y carros.
Sombras desparecen entre la multitud anonadada.

a W. F. T.

Del libro Labor de luna

V U E L VE, V I E J O

“La tierra vino a él mas no en su ayuda”
Eduardo Cote Lamus

Vuelve, viejo, a mi aldea
a contemplar las acacias y los samanes
en el horizonte de mis antepasados.

Enciende cantos de esperanzas
cuando el bullicio vaya de retorno
golpeando puertas,
recordando canciones de la madrugada.

Vuelve, viejo a mi aldea
a contemplar las acacias y los samanes.

a Félix María Lozada González


A V A N Z A N T E

“Hombres fracasados, desprovistos de razón,
desnaturalizados y fuera de conocimiento…”
Francois Villon

Para este tiempo,
la muerte confabula
su ritual cita.
En mi diario existir,
hombres idealizan a Bolívar
o suponen mejores gestas que duplican
ante “soberanos” que usan pueblos
contra ellos a nombre de La Libertad.

En medio de la lucha,
en la fragilidad de la noche,
pan y vino abandonan su función.
¡Repugna la vida!

Al amanecer, los “soberanos”, perdido el equilibrio,
verán rotas sus falsas ambiciones
cuando las probabilidades de vida rompa en llantos
y la muerte se aproxime como talismán aguerado
a sus cuerpos sin alma.

Para entonces, la sombra de los ciegos
serán cantos de esperanzas.


In memoriam de Bernardo Jaramillo Ossa


Del libro Hoja de viento


S U E Ñ O

En ocasiones, los ausentes noctámbulos
despliegan engendros que socavan la neurosis
creando visiones sin límites en el alma de los ensueños.
El vivo esplendor al paso de un fantasma
revienta los sentidos con temores abismales
y los relojes, los relojes se detienen
justo en el filo del tiempo.
Libero la memoria. Un extraño susurro languidece
cuando tu sombra cruza los recuerdos
y penetras en mí, indómita, irónica, con el canto
de los dioses.


F I S U R A S

Trazo retratos oscuros en la resaca de la noche.
Un chirrido de murciélagos penetra mi alma
creándole indescriptibles fisuras.
De los zaguanes, de las agrietadas paredes
brotan inmensos pájaros que carcomen el cuerpo.
Mis labios resecos titilan en silencio
al borde del llanto, de espantosos quejidos.
La mente recorre distintos senderos desplazando
Tormentos, suplantando penas, buscando en la
camándula del tiempo los dioses que serenan la vida.


F A N T A S M A N O C T U R N O

En noches pesadas, una perra en celo
recorre los rincones de mi casa.
En la trastienda roe intensamente los huesos
y al amanecer con uno de ellos entre sus fauces
acude en busca del compañero de turno.
La perra acongoja los espíritus e inicia sus recorridos
cuando la luna adorna de oro los cuernos de su marido
mientras ella va al burdel del infierno a comer carroña
de su intrépido amante.
Al volver a casa en el día, gruñe y palidece de cinismo.
Olvida los sigilos. Un transeúnte le golpea una pierna
y empieza a cojear; ahora va cabizbaja y sumida en su espectro.
Ella forma su propia crisálida y se alimenta en bulevares
de limosna de amor de efímeros amantes en vísperas
de nuevos pavoneos mientras su carne se desvanece
en prematuros desechos.
Con espesa atmósfera, la bruja levanta vuelo en su escoba
cabalgando con los cuernos dorados que reinan la ciudad
exhausta de infinitos ritos.

Del libro La carga de la nostalgia


E L J I N E T E M U E R T O

“Caballos, caballos de los muertos
van corriendo entre gritos
que salen de los ríos…”
Vicente Gerbasi

Frente al bosque, en el rumor del arroyo, el caballo negro
tenía la mirada enterrada en el vacío, bajo un golfo de húmedas
nubes.
Por la tarde, reposaba con la crin crispada, el relincho triste
y un rastrilleo de patas altisonantes.

Las flores daban un aire de irónica alegría, sacudidas
por coletazos de brisas incrustadas en los cañones
de la cordillera.

Animal lúgubre, rodeado de muerte ardiente y
enloquecida.

Al atardecer, su jinete, vestido de vaquero, le montaba alegre,
le acariciaba la crin, palmoteaba su cuello y con sucesivos golpes
de vientre tiraba sus jáquimas por los caminos del cerro de las estrellas,
haciendo la ronda bajo el canto petrificado de la lechuza avizora
en el sindestino del viento que golpeaba las sienes.

Soledad de la muerte que azota a un niño tallándolo
entre piedras, en el recorrido habitual, cuando el galope
se detiene ante sorpresivas sombras.

Desbocándose en feroz carrera sobre la flauta de los vientos,
devora su algarabía contra el golpe de las piedras, cabeza
y cuerpo: cuerpo ceñido, retorcido, y cráneo quebrado
con los gruñidos dientes fijos, como una sonrisa enclavada
sobre la última ilusión.


V I E J O C O N S E J E R O

Escúchame y ven conmigo, amor profano, amor tardío,
para que rompas montañas insaciables, en el silencio
de los martirios secretos.

Escúchame, para que sientas mi corriente subterránea
como un torrente sanguíneo en el follaje de los suspiros
deslizados del abrazo apasionado.

Escúchame, para que se te aferre esta grande ansiedad
suspendida en la garganta, en el infinito de los espíritus
o en lo profundo del cuerpo; desde donde brotan venas rojas
pletóricas de pasión y desmandadas por fuerzas incontrolables,
huracanadas, que duermen sus furias con tu voz de aliento
lisonjero, con tu presencia poblada de arcoiris sin violetas y
con tus manos sedosas extendidas en plenitud de alfombras
celestiales.

Escúchame, porque no imaginas cuánto me cuesta alcanzar
y descender los espacios reales para volver por los fueros
de los arreboles cotidianos, donde mi esclavitud es el silencio
de las palabras encalladas en la agonía del tiempo de un jardinero
que expande, generoso, el esplendor de su espada para cortar
las montañas de flores que ornan tu cabellera.

Por las noches, el viento mueve las hojas del desfiladero
de la vida mientras yo ardo en los fragores de un volcán enfurecido
por las tormentas de la pasión, entre el silencio y la euforia de los
cantos que fluyen desde los senderos del amanecer donde todo,
todo lo urde mi corazón por ti.

Escúchame para que vivas la vida con los pasos de
un viejo consejero.

Del libro Imágenes en reposo